viernes, 22 de agosto de 2008

wilson


Llegó la mañana en que no pudo levantarse. Al contrario que otras veces, no había millones de personas mirando. La humanidad estaba a otra cosa ese día, exactamente en tareas de autodestrucción. Todos sabemos que había estado al filo de no salir de la cama varias veces, la videoteca al respecto es ampliamente conocida. Especialmente memorable fue aquella mañana del 26 de marzo en la que estuvimos en vilo varias horas: el gran Wilson C. Foster no se levantaba, sus intentos fueron picos de audiencia aquel primer domingo de una primavera que finalmente se revelaría trágica y terrible como ninguna otra en la Historia. Cuando finalmente Wilson pudo levantarse cerca ya de las doce de la mañana, el mundo respiró aliviado. Se celebró como una gran victoria deportiva y en algunas ciudades se produjeron disturbios con decenas de heridos. Nadie recuerda en cuales se encontraron cadáveres o en las que sólo fueron cientos los heridos. Chicago, Berlín, Roma y Ciudad del Cabo entre otras mantuvieron el toque de queda por varias semanas.
A mediados de mayo de aquel mismo año salvaje, el vigésimo quinto de vida de Wilson, esta vez un luminoso viernes, otro estremecimiento recorrió el planeta: Wilson de nuevo tenía problemas. La reacción fue inmediata y proporcionada a la gravedad de la situación, la fuerte caída de las bolsas de San Petersburgo y Seúl, junto con el desplome del Precio Unitario del Diamante Manchego (el famoso P.U.D.I.M. , la madre del cordero de la economía mundial, hacia años que nadie extraía petróleo) pronto fueron amortiguados por las imágenes de Wilson calzandose las pantuflas, palmeando las paredes avanzanzando tambaleante hacia el cuarto de baño.
Por supuesto, todos recordamos aquel viernes, desde entonces conocido como el "viernes amarillo". El profesor Edward T. Spencer, el conocido analista económico, bautizó jocosamente el día, porque el repunte de las bolsas esa mañana coincidió exactamente con el momento en que Wilson, rascándose con la mano izquierda el trasero y encadenando sin esfuerzo cinco bostezos seguidos, empezó a mear.
La divina meada, como se sigue estudiando en las facultades de economía de medio mundo ( y os recuerdo, ¿hará falta? que el otro medio quedó destruido esa misma primavera) fue gloriosamente celebrada. Cuando el mercado comprendió que Wilson habia conseguido levantarse un día más, se desató la locura. Nunca hasta entonces el P.U.D.I.M. había llegado a esos máximos. En pocos minutos las vidas de millones de personas cambiaron para siempre; casi todos los pueblos de la Mancha vieron multiplicado el valor de sus reservas de diamante hasta valores estratosféricos. En esos pueblos, el minero más pobre de los pobres pudo vivir como un marajá multimillonario durante una temporada. La Mancha fue el ombligo del mundo unas semanas, el embudo donde venían a caer todos los lujos inventados por el hombre ( y algunos que se desarrollaron en esos días, como el rascado genital Nadeers).
Ya todos sabemos como terminó esa historia: la reunión de la O.N.U., la amenaza de la O.T.A.N., la arrogante respuesta del Gobierno Manchego (protegido, claro, por el mayor ejército desplegado por la humanidad), el ultimátum, los días previos, la tensa espera, los primeros ataques, hasta llegar a la "semana de gloria" en la que se negocio in extremis un acuerdo. Por desgracia, “el acuerdo” nunca llegó a firmarse. pues esa mañana, Wilson de nuevo "encontró dificultades" para levantarse.
Aquella última mañana Wilson lo intentó con ganas, le iba la vida en ello. Con los primeros desplomes de las Bolsas, el presidente Andrew . J. Wells dio la orden. El lanzamiento de “los 50” ( cohetes AGS-073 ) coincidieron con el fin de la agonía de Wilson. Jadeando, luchando por una bocanada de aire, intentó girarse a la izquierda, levantó una mano y expiró bruscamente, con los ojos fijos en el techo. Sólo los técnicos asistieron en directo al final de Wilson, pues la emisión estaba interrumpida por el boletín de guerra. Cuando la conexión se reanudó, el cadáver estaba tapado por la sábana. Los pocos espectadores que quedaban no advirtieron que faltaba el leve movimiento de la respiración. Ese día el pico de audiencia fue la retransmisión del paisaje manchego salpicado de cincuenta hongos resplandecientes, seguida del mensaje del presidente.