martes, 21 de julio de 2009

La Carta



Protégela con tu vida si es necesario, me entregó la carta y se quedó tan ancho. Protégela con tu vida. La verdad es que llevaba meses interponiendo mi vida entre la carta y sus perseguidores, pero cuando la sostuve en mis dedos comprendí la paradoja de dejarse matar por un sobre blanco sin remite, tan liviano que parecía vacío. Que nunca me cogieran con ella, que nunca la entregara a nadie hasta que Andrea llegara (¿Cuándo?) y me la pidiera. No había más instrucciones, no había plan B. Supongo que tampoco se autodestruiría al abrirla. Por si acaso nunca lo hice.
Salí de la oficina con el sobre en el bolsillo interior de la chaqueta, lado izquierdo. Me jodía llevar chaqueta en verano pero había que disimilar el 38 que colgaba en la axila. Mi compañero inseparable en los últimos tiempos. Fui directo a casa, nadie me seguía, todo normal. Preparé el paquete concienzudamente, en la cocina, vueltas y vueltas de film transparente. Sonreí al pensar lo que pasaría si alguna vez descongelaba ese pollo y me lo comía. Nunca habría comido nada tan valioso.
Guarde el paquete al fondo del congelador y dejé debajo el otro 38, el que cogí de la mano muerta de Charlie la noche que te perdí. Nunca se sabe quién pedirá pollo para cenar.
Los días fueron pasando sin que nada ocurriera. Tan solo la rutina diaria con Godofredo y el coche, la repetición obsesiva de las rutas de fuga, a cualquier hora del día o de la noche, siempre añadiendo detalles (a las 23:30 descargan un camión por detrás del supermercado de enfrente, ojo, bloquean el callejón, o temprano en invierno ojo con la rampa B21 de atrás, está congelada), siempre imaginando sorpresas desagradables.
Ahora sabemos que Andrea nunca recogería la carta. Por esas fechas llevaba semanas haciendo compañía a los lucios del fondo del embalse. El reguero de pólvora prendida por Charlie con su traición les había valido para encontrarla. No tuvo ninguna posibilidad una vez capturada. No había entonces remordimientos, el montón de muertos que iba acumulando el sobre cerrado no era comparable con los millones que creíamos estar salvando. Si hubiéramos sabido… , Pero no , por entonces no hubiéramos creído nada de lo que iba a pasar, nos habían engañado bien. La Nueva Religión Monolítica nos la había colado y no sería fácil abrir los ojos. Sólo los abrimos demasiado tarde y a base de hostias. Mientras tanto era feliz perdiendo el sueño guardando una carta metida en un pollo, metida en el congelador, metido en mi mierda de apartamento, salvando el mundo.